viernes, agosto 25, 2006

TÉCNICAS DE ESTUDIO PARA GENTE MAYOR


Aprender

y desaprender

Un bebé normal es un ser genéticamente programado para aprender. No hay necesidad de enseñarle a aprender: localiza rápidamente todo lo esencial, y sabe separar la "paja del grano". Años después ese saber iniciatico se ha perdido. Un adulto suele perderse en los meandros de lo novedoso, tiene métodos ineficaces que lo empantanan y, casi siempre, termina aprendiendo sólo con un gran esfuerzo y voluntad. ¡Un verdadero desastre!

¿Cómo se ha llegado a ese estado tan decadente? La escuela, el instituto y la universidad han tenido su parte importante en el proceso. Ignoro en que proporción, pero presumo que mucha, quizá más de lo que estamos dispuestos a aceptar. Basta con observar un "primitivo", un indio o un analfabeto para comprender que algo no funciona en el adulto normal de principios del siglo XXI: no escucha bien, no mira lo suficiente, no percibe las pautas repetitivas, siempre espera que otro adulto le saque las castañas del fuego en forma de respuestas adecuadas (si quiere aprender), y si no se limita a repetir "tópicos", frases hechas y pensamientos rancios.

Por lo tanto aquí van algunas sugerencias "para adultos". No se trata de borrar nuestra experiencia (experiencia que por otro lado permite leer este artículo y captar sus ideas esenciales, supongo), sino de reestructurarla para hacerla más eficiente.

Esa reestructuración puede llevar a la confusión y a la pérdida de cierta capacidad de aprendizaje ya conocida por nosotros. Pero una vez superado el choque inicial estoy convencido que se abren nuevas posibilidades para recuperar aquello que siempre tuvimos y para lo cual estamos biológicamente predeterminados.

1. Familiarizarse es más importante que entender.

Sí, aunque parezca paradoja, uno aprende mejor cuando repasa los temas como quien pasea por una ciudad nueva.

No se trata de "negarse a entender", sino de no preocuparse cuando uno no entiende lo que lee, o lo que escucha. La frecuentación repetida con las nuevas ideas y el nuevo vocabulario que las expresa hace milagros.

Esto es algo obvio en el caso de aprendizaje de idiomas, pero no lo es tanto en materias abstractas como lógica o programación informática. Y parece que es, incluso, una pérdida de tiempo en materias humanísticas o científicas.

Pero no haga caso de los agoreros ni de sus prejuicios (adquiridos en los duros años de trabajo escolar). Acostúmbrese a repasar los temas prestando la atención que pueda, pero simultáneamente relajándose para captar los aspectos globales y no sólo los detalles.

Si "familiarizarse" es esencial, entonces el repasar los temas leídos es el método por excelencia (igual vale para lo escuchado, pero para sintetizar, haré de cuenta que alguien está intentando aprender sólo por medio de la lectura)

Lea un poco y luego vuelva atrás releyendo. Cuando se aburra (sea porque el tema ya lo conoce, o porque hay partes que no entiende) siga adelante hasta recorrer otro trecho... y vuelva atrás para reiniciar sus sesiones de repaso.

2. Dejar el tema es bueno para estudiarlo.

Conviene hacer descansos, cortas vacaciones donde se abandona totalmente el estudio, para retomarlo luego. Esos días sin "trabajar" le ayudarán a reposar el conocimiento y cuando vuelva descubrirá que ha adquirido una nueva comprensión (y nuevas preguntas surgirán en su cerebro).

3. Traduzca lo nuevo a estructuras con vida, dramáticas. Convierta en imágenes todo lo que sea "imaginable".

Se trata de "vivir" lo que se aprende. De la misma manera que ayuda (si se aprende un idioma) ver películas o escuchar la radio en ese idioma (actualmente Internet ofrece posibilidades extraordinarias), también hay que intentar recrear lo que se estudia aunque sea muy abstracto.

No hay tema, por muy árido que parezca, que no tenga posibilidades de imaginar aplicaciones o situaciones donde aquel se manifieste. Esto dependerá de la inteligencia y de la experiencia de quien estudia, pero si no encuentra "nada" seguro que lo que está sucediendo es que está estudiando mecánicamente (es decir según las pautas tradicionales escolares).

4. Acostúmbrese a resumir y llevar una especie de "libro de viaje" de lo que va estudiando. Use esquemas, pero también palabras claves, o frases cortas tipo titulares periodísticos. Descríbase a si mismo el aprendizaje como un paseo por un país nuevo. Coméntese las cosas que no entiende, y las cosas que le gustan. Sus emociones frente a esos nuevos "objetos" le ayudarán a entenderlos, aunque le parezca que no los está "estudiando".

5. Olvídese de los objetivos, si quiere realmente aprender. Un bebé no aprende para ser un adulto "de provecho", simplemente hace lo que le gusta y le gusta aprender. Años después advertirá que esto que le gustaba se convierte en un trabajo... y sentirá rechazo frente a la presión ambiental. Las reacciones que provoca el aprendizaje sistematizado de la institución escolar son muy dispares en lo personal, y no deseo abarcarlas, ni criticarlas, ni justificarlas. Pero si, llegado a adulto, se quiere aprender de verdad, lo que se dice "aprender", hay que hacerlo con disponibilidad de tiempo y sin sentir la presión de los objetivos.

Es posible que en esta tarea afloren los viejos obstáculos: la falta de atención, la depresión frente a lo incomprensible, el desespero que produce una tarea de muy largo alcance. Observe que estas reacciones negativas son el resultado de mecanismos de aprendizaje aprendidos. Si uno se dispone a aprender es igual que realizar una actividad fisiológica, no representa para un ser humano una tarea especial o forzada; pero si intentamos hacerlo según las reglas... empiezan los problemas.

Olvídese de los objetivos y busque el placer de entender por entender. Es la mejor brújula para sortear los escollos que el sistema educativo ha creado en su interior.

6. ¡No hay aprendizaje sin actividad!

Este principio es "de oro". Cuanto más activo esté, más aprende. Y se aprende cuando se es capaz de aplicar creativamente lo que hasta hace un tiempo era nuevo y desconocido. Aprender no es memorizar; aprender no es dar un buen examen; aprender no es estar en condiciones de dar una conferencia sobre el tema. Aprender es metabolizar lo nuevo de tal manera que ya forma parte de nosotros como cualquier impulso genético. Al aprender, si se hace en serio, uno modifica la naturaleza; crea naturaleza.

Un adulto necesita aprender por razones diferentes a un niño. Su aprendizaje debe tener más libertad y de esta forma acercarse a sus orígenes. Un adulto está en condiciones de entender que no tiene sentido un aprendizaje memorístico; luego un adulto aunque está machacado por años de escolarización tiene, paradójicamente, mayor libertad para negar el sistema que lo formó. De eso se trata, de recuperar el placer de aprender, lo demás es una consecuencia inevitable de ese proceso.

¿Debe un adulto tomar notas, si asiste a clase? Personalmente soy un convencido que escribir es lo mejor que podemos hacer con nuestras manos cuando estamos impedidos de movernos. Pero no se trata de copiar lo que el profesor dice, sino de resumirlo mientras habla y de destacar aquello que nos parece digno de pensar a posteriori. Con práctica se puede escribir con velocidad (sobre todo si se emplean muchas abreviaturas) y uno no se preocupa de la "legibilidad" de los apuntes. Lo más importante no está en registrar la información, sino en jugar con ella... por lo tanto es mejor tomar apuntes "libres" que "textuales".

7. Estando genéticamente programados para aprender, la mayoría ha hecho voto de castidad, y lo logra.

Es un misterio que los seres humanos prefieran mantenerse en la rutina diaria en vez de desarrollarse hasta el momento de su muerte. Nuestra especie tiene un cerebro que, exceptuando graves enfermedades invalidantes (como el Alzheimer) no para de establecer nuevas conexiones y reestructurarse hacia una mayor complejidad.

Sin embargo los adultos ya cuarentones acusan un interés decreciente por adquirir nuevos conocimientos, y el proceso se acentúa gravemente en décadas posteriores. ¿Cómo es posible?

Probablemente se deba a nuestra misma capacidad de aprendizaje.

Sí, paradójicamente la capacidad de aprender puede llevar a detener el impulso genético hacia lo nuevo. Los seres humanos somos así: capaces de dominar nuestros instintos básicos hasta que parezcan que nunca han existido. Podemos hacer voto de castidad, podemos reducir la compañía humana convirtiéndonos en ermitaños, podemos suicidarnos y también, ¡como no!, podemos dejar de aprender.

Para dejar de aprender hay que aprender a hacerlo. Y la sociedad nos lo enseña proveyendo tanto las herramientas como los objetivos. Las herramientas son los medios de comunicación y entretenimiento (la omnipresente televisión en España, por ejemplo) y los objetivos son la búsqueda del placer inmediato y de bajo costo. El resultado es la conversión de un ser humano en "homo domesticus", en un ser que en sus últimas décadas ha decidido que es mejor recorrer lo conocido, como un mono en su jaula, que aventurarse por parajes ignotos.

Obviamente las líneas anteriores no van dirigidas a esta parte de la especie que renuncia a sus posibilidades.

8. Resumiendo. Uno puede aprender, y puede porque tenemos el patrimonio biológico que lo permite. Sin embargo hay que desaprender, a partir de cierta edad, para poder seguir aprendiendo a un ritmo más rápido e intenso. No se trata de negar lo que ya tenemos (conocimientos, métodos y lógica) pero sí de resituarlos en un contexto de libertad que es posible. Una libertad que incluye la pérdida de interés por objetivos inmediatos y por éxitos "de salón" para desarrollar pretensiones más perversas: el placer de conocer y la capacidad de automodificarnos como consecuencia de ese conocimiento hecho carne.

Carlos Salinas

Barcelona

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