sábado, agosto 12, 2006


Almagro, el primer emprendedor en Chile

Carlos Eugenio Lavín, Presidente del Consejo
Empresarial del CEI (Universidad del Desarrollo) y Vicepresidente Empresas Penta

Emprender significa acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño; más comúnmente aquellos que encierran dificultad y peligro. La definición no es mía, es de la Real Academia de la Lengua Española. Chile, aunque a veces nos estanquemos, ha sido país de emprendedores desde que tenemos noticia de su historia.

El primer emprendedor que se asomó por estos lados fue don Diego de Almagro, quien a los 58 años las emprendió a caballo desde El Cuzco, con la ilusión de conquistar estas tierras y luego colonizarlas. Lo movía el lucro, el afán de competencia con su rival Francisco Pizarro y la fe en una España más grande para Dios y el Rey.

Su empresa, se acostumbra a decir, fue un completo fracaso, porque no encontró el oro que los incas le habían augurado. Me parece que es mirar muy en menos a un hombre que fue capaz de organizar una expedición que contaba con 500 españoles, 100 negros y 10.000 yanaconas, es decir, don Diego tenía a su cargo dos veces los empleados que tiene el Banco de Chile y no sentados en el escritorio sino en marcha hacia lo desconocido.

Con este contingente salió del Cuzco en dirección al Titicaca, continuó por Oruro y Potosí hasta llegar a la actual provincia de Salta en Argentina. Desde allí cruzó la cordillera frente a Antofagasta y siguió al sur hasta llegar al valle de Copiapó. Más o menos 2.330 Km. a caballo. Al llegar de vuelta al Cuzco 2 años después –es decir a los 60 años- había trazado los planos de dos rutas alternativas para llegar a Chile, ya que volvió por el desierto y sus hombres habían explorado hasta el valle de Aconcagua casi 800 Km. más al sur de Copiapó.

He puesto este ejemplo, sin duda extremo, para resaltar que el emprender siempre es una aventura, que por lo tanto hay riesgos, que hay sacrificios que a veces cosechan incomprensión, que otras veces partes con una meta y terminas en otra, pero tu esfuerzo nunca es inútil y siempre encontrarás seguidores que completen tu obra. En este caso particular, don Pedro de Valdivia y todos los que lo siguieron durante los próximos 500 años.

El emprendedor moderno tiene mucho más tecnología, infinitamente más información y casi siempre es más educado que don Diego, quién no sabía leer. Sin embargo, hay también más competencia, más trabas burocráticas, más control gubernamental. Aún así, los móviles del emprendedor no han cambiado con los siglos: casi siempre les mueve el lucro, o la autosatisfacción o el engrandecimiento de una causa, o una mezcla de todo lo anterior. Tampoco, en 500 años ha cambiado el espíritu del emprendedor que se basa en la atracción por la aventura y en la valentía para correr riesgos.

La Universidad del Desarrollo, consciente de que el progreso de los países tiene sus raíces en aquellos que son capaces de innovar, organizar a otros y motivarlos en pos de una meta común, instituyó hace ya 6 años un trío de Premios a Emprendedores, en los cuales se distinguen tres categorías.

La primera es la del Emprendedor Consagrado y corresponde este año a alguien, quien como don Diego, procede de España, pero no llegó acá a los 58 años sino a los 7. Él organiza también viajes, pero no a caballo. Mueve a considerablemente más gente que las 10.000 yanaconas con su carga incluida, por suerte, con mucho más confort y seguridad que la que tuvieron aquellos pobres esclavos. Se trata de don Juan Cueto Sierra quien a sus 75 años, es capaz de relatar cómo se llega de contador auditor a controlador de LAN, una de las líneas aéreas más exitosas y de las pocas de todo el orbe que ganan dinero en forma consistente.

La siguiente categoría corresponde a alguien más joven que destaque entre los emergentes, que son muchos. Este año hemos querido resaltar a quien también podemos identificar con don Diego, ya que él ha fundado una empresa más allá de las fronteras de su país de origen y ha puesto sus ojos en mercados que superan con mucho a los de estas tierras. Se trata de don Horacio Pavéz Aros, de 42 años, quien montó su empresa, llamada Stretto, hace 15 años, con el objeto de competir en el mercado nacional de grifería y gasfitería. Él es un ejemplo de cómo se pasa de aquello a tener una fábrica en Shangai y abastecer mercados europeos.

La tercera categoría se otorga a quien forma o promueve la formación de pequeñas empresas.

Este año se dio el premio a un joven de 29 años quien hace dos años fundó una institución llamada Acción Empresarial, donde 40 voluntarios apoyan la formación de 440 microempresarios en zonas de extrema pobreza. Para nuestro beneplácito, debemos recordar que don Diego partió de simple porquerizo en Extremadura. Se trata de don Pablo Narváez, ingeniero comercial, quien les es capaz de relatar cómo organiza y financia esta institución sin fines de lucro, pero que tiene como objetivo enseñar a lucrar con voluntarios nacionales y ¡Oh sorpresa! con dineros conseguidos en su oficina que tiene sede en Washington.

Por último, este año, en forma excepcional, hemos instituido un premio especial que destaca el cómo un emprendedor puede estar en partes muy distintas a la de la empresa comercial o industrial.

Hemos querido, muy especialmente, premiar a un consagrado quién movido por la fuerza de su fe ha sido capaz de organizar, implementar y movilizar alrededor de su obra a muchos donantes de dinero y de trabajo voluntario, con el sólo objeto de confortar a los ancianos más desvalidos. Nuestro premiado organizó hace 38 años –a los 58 años- la Fundación Las Rosas, que hoy cuenta con 41 hogares que acogen a 2.400 ancianos. Se trata del Reverendo Padre Sergio Correa Gac.

Discurso premiación Espíritu Emprendedor 2005 de Carlos Eugenio Lavín G-H., Presidente del Consejo Empresarial del CEI (Universidad del Desarrollo) y Vicepresidente Empresas Penta

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