jueves, diciembre 14, 2006

EL CIELO


Qué es el cielo

La paradoja: cuanto más te das, más recibes

Cuando llegamos a Nairobi (Kenya) nos preguntábamos cómo nosotros, unos jóvenes inexpertos universitarios, podían echar una mano en aquella África sucia, polvorienta y calurosa, en un mes dedicado al voluntariado durante las vacaciones de verano. No sabíamos de construcción y teníamos que reemplazar un techo. No sabíamos de pintura y debíamos pintar un colegio... Lo único que teníamos claro es que nuestro tiempo bien se merecía una dedicación total a los demás. No sabíamos que, a pesar de esa intención nuestra de "darnos sin más", era mucho más lo que íbamos a recibir.

Todo empezó después de alojarnos en nuestra residencia: debíamos entrar en contacto con el Tercer Mundo en una casa de niños moribundos de las Hermanas de la Caridad en Nairobi.

Un adelanto del cielo

Todos entramos en aquella casucha, un tugurio sin muebles, con poca luz. Contrastaban las hamacas llenas de niños enfermos y lloriqueando con los pulquérrimos trajes talares blancos y azules de las Hermanas de la Caridad, que rebosaban de alegría. Yo me quedé bloqueado, en mitad de la habitación. Nunca había visto nada así. Mis compañeros universitarios se esparcieron por las estancias, siguiendo a distintas monjas, que requerían su asistencia. Una hermana me preguntó en inglés:

- ¿Has venido a mirar o quieres ayudar?

Sorprendido por tan directa pregunta y en estado de sopor, balbucié:

- A ayudar...

- ¿Ves ese niño de allí, el del fondo que llora?

Lloraba desconsoladamente, pero sin fuerza.

- Sí, es ese (le dije señalándolo).

- Bien cógelo con cuidado y tráelo. Le bautizamos ayer.

Eso hice. Le noté al tacto con una fiebre altísima. El niño tendría un par de años.

- Ahora tómalo y dale todo el amor que puedas...

- No entiendo... - me excusé

- Que le des todo el cariño de que seas capaz, a tu manera... -Y me dejó con el niño.

Le canté, le besé, le arrullé... dejó de llorar, me sonrió, se durmió...

Al cabo de un rato llegué llorando a la hermana:

-Hermana: no sé, no respira...

La monja certificó su muerte:

- Ha muerto en tus brazos... Y tú le has adelantado quince minutos con tu cariño el amor que Dios le va a dar toda la eternidad.

Entonces entendí tantas cosas: el cielo, el amor de mis padres, el amor de Jesús, los detalles de afecto de mis amigos...: mi viaje a Kenya supuso un antes y un después en mi vida. Ahora sé que todos tenemos "kenyas" a nuestro alrededor para dar amor cada día.

Recopilación

RÓMULO ELGUETA LAGOS



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