FÁBULA
SIMÓNIDES EL NÁUFRAGO
Todo hombre culto lleva siempre en sí mismo todas sus riquezas.
A fin de sobrellevar con más facilidad su pobreza, Simónides -que escribió famosos poemas líricos- se propuso recorrer las más célebres ciudades de Asia, cantando las glorias de los vencedores y por lo cual cobraba un precio determinado.
Cuando, por este medio, se consideró lo suficientemente rico quiso regresar a su patria por el mar, ya que según decía él mismo, era nativo de Ceos.
Abordó, pues la nave, una nave apolillada y vieja, la cual a causa de una gran tempestad se deshizo en alta mar.
Los que viajaban junto con Simónides, unos cogían sus cinturones repletos de monedas; otros sus joyas, objetos preciosos, todo aquello que juzgaban necesario para sobrevivir.
Un curioso al ver que el poeta no tomaba nada de lo que había acumulado para regresar a su tierra, le dijo:
-Y tú Simónides, ¿no te llevas ninguna de tus riquezas?
-Todas ellas -contestó- las llevo encima.
Muy pocos de los náufragos se salvaron a nado. La mayor parte arrastrados por su carga perecieron. Otros fueron asaltados por ladrones que les arrebataron lo que cada uno llevaba y aún los dejaron desnudos. Afortunadamente la antigua ciudad de Clazomene, a la cual se dirigían los náufragos se hallaba cerca.
Vivía allí un hombre dedicado al estudio de las letras que había leído a menudo los versos de Simónides, y sin conocerlo personalmente, era un gran admirador de él. Por su lenguaje, presto lo reconoció y afanosamente lo recibió dotándolo en abundancia de vestidos, dinero y criados.
Los demás se vieron obligados a llevar su pequeño cartel de náufragos y a mendigar el sustento.
Cuando Simónides los encontró por azar, les dijo:
-¡Os advertí que yo llevaba encima de mí todos mis bienes! ¿Y lo que vosotros recogistéis de prisa...?
A fin de sobrellevar con más facilidad su pobreza, Simónides -que escribió famosos poemas líricos- se propuso recorrer las más célebres ciudades de Asia, cantando las glorias de los vencedores y por lo cual cobraba un precio determinado.
Cuando, por este medio, se consideró lo suficientemente rico quiso regresar a su patria por el mar, ya que según decía él mismo, era nativo de Ceos.
Abordó, pues la nave, una nave apolillada y vieja, la cual a causa de una gran tempestad se deshizo en alta mar.
Los que viajaban junto con Simónides, unos cogían sus cinturones repletos de monedas; otros sus joyas, objetos preciosos, todo aquello que juzgaban necesario para sobrevivir.
Un curioso al ver que el poeta no tomaba nada de lo que había acumulado para regresar a su tierra, le dijo:
-Y tú Simónides, ¿no te llevas ninguna de tus riquezas?
-Todas ellas -contestó- las llevo encima.
Muy pocos de los náufragos se salvaron a nado. La mayor parte arrastrados por su carga perecieron. Otros fueron asaltados por ladrones que les arrebataron lo que cada uno llevaba y aún los dejaron desnudos. Afortunadamente la antigua ciudad de Clazomene, a la cual se dirigían los náufragos se hallaba cerca.
Vivía allí un hombre dedicado al estudio de las letras que había leído a menudo los versos de Simónides, y sin conocerlo personalmente, era un gran admirador de él. Por su lenguaje, presto lo reconoció y afanosamente lo recibió dotándolo en abundancia de vestidos, dinero y criados.
Los demás se vieron obligados a llevar su pequeño cartel de náufragos y a mendigar el sustento.
Cuando Simónides los encontró por azar, les dijo:
-¡Os advertí que yo llevaba encima de mí todos mis bienes! ¿Y lo que vosotros recogistéis de prisa...?
FEDRO
Recopilación
RÓMULO ELGUETA LAGOS
Recopilación
RÓMULO ELGUETA LAGOS
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