OPTIMISMO, FE Y ACTITUDES POSITIVAS
OPTIMISMO, LA DECISIÓN DE SER FELIZ
Como todas las mañanas, tomé mi auto rumbo al trabajo. Desde hace muchos años, habitualmente enciendo la radio. Empecé el día escuchando el resumen noticioso: fraudes, corrupción, asesinatos, desastres, violaciones, contaminación; opiniones de los más reconocidos economistas asegurando que vamos directo al desastre; los politólogos con sus clásicas soluciones de bolsillo, etc.
Por vez primera tomé conciencia de que mi alimento espiritual de las mañanas era toda la mugre producida en el mundo. Me detuve en un puesto de periódicos, con los encabezados de los diarios mi dosis de negativismo aumentó considerablemente. Ahora me explico el mal humor que domina por las mañanas a la mayoría de las personas.
Me dediqué el resto del trayecto a observar a quienes iban en otros autos y a quienes esperaban impacientes en la parada de los autobuses; algunos parecía que estaban ladrando; pocas, sí, muy pocas sonrisas; por supuesto, usted seguramente ya lo adivinó, esas sonrisas eran de niños y jóvenes, porque los adultos se veían como si estuvieran a punto de suicidarse.
Recordé aquel cuento infantil en el que un rey cayó muy enfermo y, ya en agonía, llegó a verlo, de tierras lejanas, un médico, quien le recetó cubrirlo con la camisa de un hombre feliz; eso sería lo único que le salvaría la vida.
Los heraldos y cortesanos se dieron a la búsqueda de la valiosa prenda, ofreciendo a cambio una cuantiosa recompensa; desde luego, se presentaron muchos candidatos, pero a todos, sin excepción, les faltaba algo para disfrutar la felicidad plena: quien tenía salud se quejaba de su pobreza, al que poseía una gran fortuna le faltaba salud, algún otro se lamentaba por la falta de un brazo, otro carecía de apetito y así sucesivamente a todos los descalificaron.
Un día recibieron la noticia de que en una aldea, en los confines del reino, vivía un hombre muy feliz, o al menos aparentaba serlo. Al acercarse a su cabaña, escucharon cómo silbaba y canturreaba; él los recibió en su hogar, el cual era muy austero y, sin esperar más, iniciaron el interrogatorio:
-¿Se considera una persona feliz? -Por supuesto -contestó.
-¿Tiene suficiente dinero para vivir?
-Lo necesario para estar bien.
-Pero se ve pobreza en su hogar -replicaron los cortesanos.
-No necesito más; pobre no es quien posee poco, sino quien anhela mucho.
-¿y en cuanto a salud?
Sonriendo, aquel hombre contestó:
-Para mí la enfermedad es una aliada que me avisa que debo cuidarme; sé que lo inevitable sucederá: la vejez, la enfermedad y la muerte, y como son algo natural no me da miedo enfrentarlos.
-¿Está satisfecho con su familia?
-Amo a mi esposa y a mis hijos y los acepto como son; es más, los he educado para ser libres, no para tenerlos prisioneros con deseos egoístas de que cambien para darme gusto. Convencidos, los enviados del rey le pidieron su camisa y para su asombro, les contestó: "Lamento decirles que yo no poseo camisa alguna", y despidiéndose cortésmente, reinició su trabajo cantando.
Y Usted…
¿Es verdaderamente feliz?, ¿qué le falta para lograrlo?
¿Se deja influir por la corriente de negativismo que lo rodea?
¿Se haría el hábito de iniciar la mañana con pensamientos positivos y con actitudes positivas que es lo que ven los demás?
¿Se atrevería a ofrecerse a usted mismo y a la gente con quien convive diariamente, pensamientos positivos… actitudes positivas?
Ser optimista en estos días equivale a ser un auténtico hereje; inclusive se le considera un cínico y atrevido a quien, a pesar de todos los males que nos aquejan, se atreve a sonreír.
La felicidad es una decisión, así como también lo es quedarnos en el pesimismo.
El secreto para sonreír siempre es aceptar nuestra circunstancia, y si no estamos de acuerdo con ella, intentar modificarla con una actitud positiva, con la confianza de que lo lograremos. Piense, de todas maneras el tiempo transcurre, ¿por qué insistimos en permanecer en el lado oscuro, en lugar de vivir en la parte luminosa?
Debemos proteger nuestro cerebro en forma similar a la de un jardín del que tenemos que arrancar las malas hierbas, regarlo y fertilizarlo; que no significa perder contacto con la realidad, sino aprender a procesarla, no dejando que nos contamine y arrastre a la depresión, el resfriado común del espíritu.
Para ello, es preciso tomar la dosis mínima necesaria de noticias para estar bien informado, buscar la lección constructiva que trae implícita cada noticia, por mala que ésta sea y lo más importante, alimentar nuestra mente con expectativas positivas, esperando siempre lo mejor, imaginando finales felices, visualizando el éxito en cada tarea que realicemos.
La parte fundamental es decidir todos los días si seremos felices a pesar de las adversidades.
Recuérdelo: ser feliz es una decisión. (¡Sonría una vez!)
Autor Miguel Angel Cornejo
Fuente: www.armonizandorosario.com.ar
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