miércoles, octubre 04, 2006

III. EL EFECTO MOZART


EL EFECTO MOZART

La sonata para dos pianos en Re mayor de Wolfang Amadeus Mozart (K448 dentro del catálogo mozartiano) ha movido el mundo durante generaciones, y hoy día revoluciona el mundo de la neurología.

En 1993 se publicaron unos estudios que demostraban cómo la audición de dicha composición influía en el cociente intelectual (CI) de aquellos que la escuchaban; se expuso a un grupo de 36 estudiantes a su audición durante 10 minutos, siendo inmediatamente sometidos a una serie de tests para evaluar su razonamiento espacio-temporal. En dos habitaciones contiguas, dos grupos de compañeros seguían el mismo patrón, pero con una diferencia: unos habían escuchado una cinta de relajación, otros habían esperado en silencio. Los resultados fueron sorprendentes. Esta pequeña variación había influido razonablemente en las puntuaciones obtenidas, de modo que aquellos que habían escuchado a Mozart obtuvieron una media de 8 a 9 puntos superior a los otros. La psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw, de la Universidad de California, sugirieron que la música del austriaco podía incrementar algunas capacidades del cerebro humano. El fenómeno fue llamado efecto Mozart.

Las críticas al proyecto tardaron poco en hacerse oír, y aquellos que se opusieron a las teorías presentaron sus contraproyectos, basados en la idea de que el aumento de CI se basaba en un simple deleite musical.

Christopher Chabris editó en 1999 una serie de 16 estudios sobre el efecto Mozart, explicando cómo la acción de la música sobre el estado de ánimo podía dar una explicación neurofisiológica al aumento de la habilidad en actividades de tipo espacio-temporales, campo en el cual Rauscher y Shaw también habían comprobado el efecto. En uno de estos estudios, Chabris sometió a dos grupos de personas a la escucha de Mozart y a la lectura de un pasaje de un relato de Stephen King. Sus resultados mostraban un aumento de habilidad en las pruebas de índole espacio-temporal a la que fueron sometidos, aunque sólo en aquellos que disfrutaban oyéndolo. El efecto Mozart había muerto.

No obstante, estos resultados no fueron admitidos por Rauscher, quién decidió experimentar con ratas. Los animales fueron expuestos a la melodía de Mozart durante su gestación y en los primeros 60 días después de su parto, y mostraron, como en 1993, un incremento en sus capacidades intelectuales. En esta ocasión no había respuesta emocional ante la música. Por otro lado, la doctora presentó también un estudio sobre los efectos de obras de Mendelssohn sobre estudiantes, y aunque bastantes de ellos sentían preferencia por el alemán frente al austriaco, fue el segundo quien estimuló sus capacidades cognitivas. Estaba demostrado: no hacía falta disfrutar.

A partir de los sucesos anteriores, el objetivo se convirtió en dar una explicación anatómica y fisiológica a los resultados positivos que se obtenían al escuchar a Mozart. Según algunos, dichos efectos se producían por la imagen espacial de la música en el cerebro. Otros argumentaban que la actividad musical reforzaba las vías neuronales relacionadas con habilidades espacio-temporales de la parte externa del cerebro.

Estudios con resonancia magnética, entre otros medios, han mostrado que la música, como otras habilidades superiores, no activa una sino varias áreas del cerebro. Entre dichas áreas (para percibir tono, ritmo, timbre, melodía...) algunas se solapan con las implicadas en los procesos de formación de imágenes mentales, lo que explicaría la relación a nivel anatómico de la habilidad espacio-temporal y la escucha de música.

Las imágenes obtenidas gracias a estos medios pueden representarse a modo de mapas, que muestran qué zonas del cerebro se estimulan con distintos impulsos. Se realizaron tres mapas sometiendo al cerebro a tres tipos de música diferente: un éxito pop, Para Elisa (de Beethoven) y, por supuesto, Mozart. Este último era el único que estimulaba ciertas áreas del cerebro relacionadas con procesos como la coordinación motora o fina o la visión que las otras, por contra, no afectaban.

La siguiente cuestión era: ¿qué tiene Mozart que no tengan los demás? El propio Albert Einstein era una autoridad en la obra de Mozart, y admiraba especialmente la sonata K448. Sus profesores decían de él que, cuando comenzó a tocar el violín, mejoró notablemente su rendimiento. Él mismo aseguró en más de una ocasión que la inspiración le había llegado mientras escuchaba una pieza musical del genio de Salzsburgo.

¿Qué la hace distinta? el análisis exhaustivo de la obra mostró la repetición periódica de ciertas ondas cada 30 segundos, aproximadamente, en Mozart y dos piezas de Bach, que las diferenciaba de otras donde la periodicidad de las ondas era bastante menor. No obstante, a pesar de estos rasgos característicos, aún no se han podido determinar las causas concretas del efecto de Mozart en nuestro cerebro.

Otro interrogante que queda sin esclarecer es el por qué de la escasa duración del efecto Mozart en adultos. Experimentos realizados sobre niños en edades comprendidas entre 3 y 4 años mostraron que, tras ser sometidos a 6 meses de educación musical (lectura a primera vista, escritura musical y reproducción de melodías de memoria) los preescolares obtenían un mayor rendimiento en tests de tipo espacio-temporal hasta 30 veces mayor que aquellos niños de su edad que no habían recibido tal educación. Los efectos permanecían hasta más de 24 horas después, frente a los tímidos 10 minutos de los adultos. Esta variación se atribuye a la mayor plasticidad del cerebro infantil (fenómeno que se explicará más adelante), así como a la larga exposición a la música.

La diferencia también queda muy marcada entre aquellos que se limitan a escuchar pasivamente la música y los que tocan algún instrumento, apuntando la doctora Rauscher que "hacer música podría tener mayor beneficio sobre la inteligencia que limitarse a escucharla". Shaw publicó un nuevo proyecto en el que se recogían los resultadosde unas pruebas de matemáticas, donde aquellos alumnos que tocaban el piano habían obtenido puntuaciones un 27% superiores a los que no. El neurobiólogo lo explica argumentando la relación directa de los fenómenos, ya que al "aumentar la habilidad espacial [a través de la música] aumenta, a su vez, la destreza en matemáticas [para lo que se necesita cierta capacidad de razonamiento abstracto]".

Otro científico, Gottfried Schalung, de la Academia estadounidense de neurología, realizó un estudio comparativo entre 15 músicos profesionales y 15 personas sin experiencia musical. A través de escáneres de resonancia magnética descubrió que los músicos tenían más materia gris que los que no lo eran, siendo las áreas súper desarrolladas aquellas relacionadas con habilidades como la capacidad para coordinar movimientos (psicomotricidad) y procesos auditivos.

Una de las consecuencias más inmediatas de la demostración de la relación entre la orientación espacio-temporal y la escucha de la música en Mozart sería su utilización en educación infantil y profesionales como, por ejemplo, pilotos, arquitectos o ingenieros, todos ellos necesitados de una poderosa capacidad de abstracción espacial.

Recopilación

RÓMULO ELGUETA LAGOS

CAPACITADOR

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