martes, octubre 03, 2006

II. EFECTO MOZART


Música, evolución y aprendizaje

Nuestro cerebro está estructurado, básicamente, en tres niveles de percepción: primario, secundario y terciario, que juntos componen nuestra construcción mental del entorno, nuestra imagen del mundo. Cada impulso percibido estimula una de estas zonas, que será una u otra en función del tipo de impulso (auditivo, olfativo...) y de un nivel u otro en función de su complejidad.

La música no sólo estimula la corteza auditiva. Una pieza musical requiere el trabajo de la memoria, de las emociones, de zonas que se solapan, con actividades perceptivas de índole espacio-temporal...

Por otro lado, el hacer música requiere habilidades de tipo motor bien desarrolladas, así como una buena coordinación entre el área auditiva y la motora. Tocar un instrumento requiere, además, de la actividad del área táctil. El procesado de un impulso global de este tipo es extremadamente complejo, y el estudio de esto nos puede aportar información de cómo funciona nuestro cerebro de modo más general.

Lo que se sabe hoy en día de la actividad cerebral ante la música se ha conocido gracias a técnicas como la tomografía (TAC), que se puede determinar la localización anatómica de la actividad cerebral. Otros métodos incluyen electro encefalografía y magneto encefalografía (MEG), que miden, respectivamente, la actividad eléctrica o electromagnética de las neuronas.

Se ha comprobado que existen circuitos neuronales específicos para el procesado de la música, que pueden solaparse con actividades como el lenguaje u otras acciones superiores, pero que no están supeditadas a ellas. Para comprender la importancia de este fenómeno, basta con decir que, en ciertos casos, los niveles más altos de percepción de la música están lateralizados, es decir, están predominantemente situados en un hemisferio cerebral (el derecho), como muchos procesos cognitivos sofisticados.

Además, es en el mismo hemisferio donde se procesa información de tipo emocional y espacial. Los circuitos a los que nos hemos referido antes pueden, además, funcionar involuntariamente. Claro ejemplo de ello es el conocido fenómeno de "no poder quitarse una canción de la cabeza". al observar mediante tomografía por emisión de positrones (PET), que mide la actividad de las células, los cerebros de individuos mientras recordaban una canción, se aprecia que las áreas cerebrales estimuladas son similares a las que se estimulan cuando se escucha dicha melodía (excepto la corteza auditiva).

Nuestro cerebro no se comporta ante la música como ante cualquier otro sonido, sino que lo procesa de un modo especial, tratándolo como un impulso superior.

Gracias a estos datos sobre el funcionamiento del cerebro respecto a la música, se ha pasado a estudiar otros fenómenos, como la extraordinaria plasticidad de la corteza cerebral, que nos permite aprender.

El área de la corteza auditiva estimulada en músicos ante la escucha de una melodía es mayor en estos que en aquellos no iniciados en dicho arte. En otras palabras, está más desarrollada en los primeros que en los segundos. Las áreas táctil y motora también presentan este desarrollo especial, y cuanto más joven se comenzó a tocar, más desarrolladas aparecen.

Darwin nos explica por qué el cerebro ha de ser plástico: debe ser capaz de cambiar cuando cambia el medio. Por eso podemos aprender y olvidar. Además, cuanto más se repite una acción, más fomentamos la creación de ciertas conexiones entre las neuronas que forman nuestro cerebro. Cuando aprendemos una tarea nueva, se graba en nuestra corteza cerebral. A medida que practicamos, delegamos esta tarea a zonas más secundarias, automatizando el proceso y liberando la antigua zona ocupada para aprender algo nuevo. El aprendizaje aumenta la activación de los genes que sintetizan proteínas necesarias para soldificar la memoria. Por esta razón, la ardua tarea de dominar un instrumento musical tiene un efecto duradero en ciertas habilidades mentales, como las espacio-temporales. La razón es que al formar nuevas conexiones neuronales para lograr el aprendizaje, para automatizar la nueva actividad, beneficiamos las habilidades antes nombradas, que ocupan zonas del cerebro muy similares a las que ocupa la música. Si automatizamos una de ellas, dejamos vía libre a la otra.

Recopilación

RÓMULO ELGUETA LAGOS

CAPACITADOR






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