lunes, octubre 12, 2009

CÓMO SUPERAR EL MIEDO AL PÚBLICO

Una de las cosas más temidas es tener que hablar delante de un grupo. La sola idea de presentarse ante el público puede ser tan abrumadora que se reacciona como si se estuviese en peligro físico. Ante un peligro, real o imaginario, el cerebro hace que se libere adrenalina en la sangre, y el resultado es el tartamudeo, el temblor, la sudoración y, a veces, el olvido, todo lo cual puede convertirse en un terrible impedimento.

Aquí algunos consejos muy prácticos:

Domine el Tema. Ya se trate de hablar, actuar o tocar un instrumento musical, estar “empapado” del tema es imprescindible para sentir seguridad y confianza en uno mismo.

Ordene sus Ideas en forma lógica, y anótelas en tarjetas. No memorice la alocución, pues siempre hay que dejar un amplio margen de espontaneidad.

Ensaye, delante de un espejo, la alocución o la parte actuada; ayuda mucho el aparentar seguridad. Es muy útil ensayar delante de amigos y parientes y grabar en video el ensayo, lo que permite detectar errores tal como hablar de prisa, la dicción confusa y hacer demasiados ademanes o demasiado pocos.

Visualice. Parte del ensayo debe dedicarse a repasar mentalmente cada aspecto del futuro suceso, de principio a fin. Si se va a actuar, será muy útil visualizar el personaje para memorizar los parlamentos.

Demuestre gusto por el tema. En uno de sus libros, Dale Carnegie aconseja a los oradores “hablar acerca de aquello de lo que, por experiencia o por dedicación, merezcan hablar”. Las anécdotas personales dan mucha vida a la alocución.

Gánese al público. Al pronunciar la alocución, diríjase directamente y por turno a personas concretas, presentes entre el público. Hablar con naturalidad hace que loa gente se sienta cómoda.

RECOPILACIÓN

RÓMULO ELGUETA LAGOS

lunes, octubre 05, 2009

"¿EXISTEN, VERDADERAMENTE, EL CIELO Y EL INFIERNO?"

UN GUERRERO JAPONÉS

Un joven samurai que recién había terminado su entrenamiento, tenía algunas dudas acerca de su oficio. Para resolverlas efectuó una visita a un viejo monje, famoso por su sabiduría.

“Hola, viejo maestro”, lo saludó cuando estuvo frente a al monje y planteó sus problemas: “¿Existen realmente el cielo y el infierno?”

El maestro respondió con otra pregunta:

“¿Quién eres?”

“Soy un samurai”, respondió orgullosamente el joven.

“¡Cómo!”, exclamó el maestro. “¿Tú eres un guerrero? ¡Pero si pareces un niño!... ¿Y además andas con una espada? ¡Seguro que eres tan débil que no la puedes levantar!”

Furioso, el joven desenvainó su sable y amenazó al monje, exclamando: “Ya vas a ver viejo loco!”

Sin inmutarse, el maestro bajó los ojos: “¿Ves? Aquí se abren las puertas del infierno”, dijo.

Anonadado por una repentina lucidez, el samurai bajo la espada y se inclinó pidiendo disculpas al maestro.

“Y aquí”, comentó entonces el monje, “se abren las puertas del cielo”.

Tradición Zen

Recopilación

Rómulo Elgueta Lagos