jueves, agosto 13, 2009

CEREBRO HUMANO Y TIC'... LAS RESERVAS PARA SER MÁS INTELIGENTES

El cerebro humano es la más estupenda masa de materia organizada del Universo conocido, y su capacidad de recibir, organizar y almacenar datos supera ampliamente los requerimientos ordinarios de la vida. Se ha calculado que, durante el transcurso de su existencia, un ser humano puede llegar a recibir más de cien millones de datos de información. Algunos creen que este total es mucho más elevado aún.

Luego con éste potencial podemos solucionar cualquiera dificultad que se nos presente en la vida diaria. Siempre que apliquemos Pensamiento Positivo y todo nuestro Potencial Cerebral para dirigir nuestra vida tras la consecución de los objetivos positivos y morales que rigen nuestras vidas.

¿Cómo nos hemos adaptado en el pasado? Volviéndonos más inteligentes. El neurofisiólogo William Calvin sostiene que la cognición humana moderna -incluyendo la capacidad de planificar- evolucionó en respuesta a las turbulencias que ha planteado la vida de la humanidad. Según Calvin, sobrevivimos sólo porque nuestros cerebros cambiaron para superar los desafíos que hemos enfrentado: de hecho, transformamos la habilidad de apuntar con una piedra a un animal en movimiento en la capacidad de planificar a largo plazo.

Puede que nuestro siglo no sea tan peligroso, como al inicio del camino de nuestra especie, pero las próximas décadas plantearán enormes vallas más allá del clima. El fin de los combustibles fósiles, la fragilidad global de la provisión de comida, así como el surgimiento de bio y nanotecnologías transformadoras, amenazan con la devastación. Y aunque nuestros cerebros se hayan vuelto muy buenos para anticipar, todavía vemos sólo las amenazas simples y de corto plazo. Los riesgos sutiles y de largo plazo siguen siendo difíciles de manejar. Pero, a nuestro favor, contamos con nuestros cerebros, más las tecnologías que avanzan día a día.

Este es el escenario optimista: si las próximas décadas son tan malas, podemos sobrevivir como lo hizo nuestra especie una y otra vez, es decir, volviéndonos más inteligentes. Pero esta vez no podemos confiar sólo en los procesos evolutivos naturales.

La mayoría no se da cuenta, todavía, de que el proceso ya está en marcha. Es visible en la mente de enjambre de los que utilizan internet. Y los avances de las próximas décadas, impulsados por la ingeniería genética y la inteligencia artificial, harán que las actuales tecnologías se vean primitivas. La naciente jerga de este campo habla de "aumento de la inteligencia de la especie".


Recopilación


Rómulo Elgueta Lagos

viernes, agosto 07, 2009

LA CURIOSIDAD

LA CURIOSIDAD…, EL DESEO DE SABER, INVESTIGAR, CONOCER ES LA CARACTERÍSTICA FUNDAMENTAL DEL HOMO SAPIENS SAPIENS.


El cerebro humano es la más estupenda masa de materia organizada del Universo conocido, y su capacidad de recibir, organizar y almacenar datos supera ampliamente los requerimientos ordinarios de la vida. Se ha calculado que, durante el transcurso de su existencia, un ser humano puede llegar a recibir más de cien millones de datos de información. Algunos creen que este total es mucho más elevado aún.

Precisamente este exceso de capacidad es causa de que nos ataque una enfermedad sumamente dolorosa: el aburrimiento. Un ser humano colocado en una situación en la que tiene oportunidad de utilizar su cerebro sólo para una mínima supervivencia, experimentará gradualmente una diversidad de síntomas desagradables, y puede llegar incluso hasta una grave desorganización mental.

Por tanto, lo que realmente importa, es que el ser humano sienta una intensa y dominante curiosidad. Si carece de la oportunidad de satisfacerla en formas inmediatamente útiles para él, lo hará por otros conductos, incluso en formas censurables, para las cuales reservamos admoniciones tales como: «La curiosidad mató el gato», o «Métase usted en sus asuntos».

La abrumadora fuerza de la curiosidad, incluso con el dolor como castigo, viene reflejada en los mitos y leyendas. Entre los griegos corría la fábula de Pandora y su caja. Pandora, la primera mujer, había recibido una caja, que tenía prohibido abrir. Naturalmente, se apresuró a abrirla, y entonces vio en ella toda clase de espíritus: de la enfermedad, el hambre, el odio y otros obsequios del Maligno, los cuales, al escapar, asolaron el mundo desde entonces.

En la historia bíblica de la tentación de Eva, no cabe duda de que la serpiente tuvo la tarea más fácil del mundo. En realidad podía haberse ahorrado sus palabras tentadoras: la curiosidad de Eva la habría conducido a probar el fruto prohibido, incluso sin tentación alguna. Si deseáramos interpretar alegóricamente este pasaje de la Biblia, podríamos representar a Eva de pie bajo el árbol, con el fruto prohibido en la mano, y la serpiente enrollada en torno a la rama podría llevar este letrero: «Curiosidad.»

Aunque la curiosidad, como cualquier otro impulso humano, ha sido utilizada en forma innoble —la invasión en la vida privada, que ha dado a la palabra su absorbente y peyorativo sentido—, sigue siendo una de las más nobles propiedades de la mente humana. En su definición más simple y pura es «el deseo de conocer».

Este deseo encuentra su primera expresión en respuestas a las necesidades prácticas de la vida humana: cómo plantar y cultivar mejor las cosechas; cómo fabricar mejores arcos y flechas; cómo tejer mejor el vestido, o sea, las «Artes Aplicadas». Pero, ¿qué ocurre una vez dominadas estas tareas, comparativamente limitadas, o satisfechas las necesidades prácticas? Inevitablemente, el deseo de conocer impulsa a realizar actividades menos limitadas y más complejas.

Parece evidente que las «Bellas Artes» (destinadas sólo a satisfacer unas necesidades de tipo espiritual) nacieron en la agonía del aburrimiento. Si nos lo proponemos, tal vez podamos hallar fácilmente unos usos más pragmáticos y más nuevas excusas para las Bellas Artes. Las pinturas y estatuillas fueron utilizadas, por ejemplo, como amuletos de fertilidad y como símbolos religiosos. Pero no se puede evitar la sospecha de que primero existieron estos objetos, y de que luego se les dio esta aplicación.

Decir que las Bellas Artes surgieron de un sentido de la belleza, puede equivaler también a querer colocar el carro delante del caballo. Una vez que se hubieron desarrollado las Bellas Artes, su extensión y refinamiento hacia la búsqueda de la Belleza podría haber seguido como una consecuencia inevitable; pero aunque esto no hubiera ocurrido, probablemente se habrían desarrollado también las Bellas Artes. Seguramente se anticiparon a cualquier posible necesidad o uso de las mismas. Tengamos en cuenta, por ejemplo, como una posible causa de su nacimiento, la elemental necesidad de tener ocupada la mente.

Pero lo que ocupa la mente de una forma satisfactoria no es sólo la creación de una obra de arte, pues la contemplación o la apreciación de dicha obra brinda al espectador un servicio similar. Una gran obra de arte es grande precisamente porque nos ofrece una clase de estímulo que no podemos hallar en ninguna otra parte. Contiene bastantes datos de la suficiente complejidad como para incitar al cerebro a esforzarse en algo distinto de las necesidades usuales, y, a menos que se trate de una persona desesperadamente arruinada por la estupidez o la rutina, este ejercicio es placentero.

Pero si la práctica de las Bellas Artes es una solución satisfactoria para el problema del ocio, también tiene sus desventajas: requiere, además de una mente activa y creadora, destreza física. También es interesante cultivar actividades que impliquen sólo a la mente, sin el suplemento de un trabajo manual especializado. Y, por supuesto, tal actividad es provechosa. Consiste en el cultivo del conocimiento por sí mismo, no con objeto de hacer algo con él, sino por el propio placer de la causa.

Así, pues, el deseo de conocer parece conducir a una serie de sucesivos reinos cada vez más etéreos y a una más eficiente ocupación de la mente, desde la facultad de adquirir lo simplemente útil, hasta el conocimiento de lo estético, o sea, hasta el conocimiento «puro».

ISAAC ASIMOV

RECOPILACIÓN

RÓMULO ELGUETA LAGOS